This is not a letter.

5 de marzo de 2013

Mi papá nunca me dejó salir de casa sin aretas; decía que parecía un hombre. Mi teoría es que le encantan las mujeres de pelo corto para poder mirarles las orejas y estar seguro de que no le gustó un hombre.

Te pareces tanto a mi papá.

Nunca me cambiaba las aretas. Cuando salió de Argos, a mi mamá le dieron unas candongas plateadas y desde eso no me las quito, más que para una fiesta, muy de vez en cuando. Pero últimamente me las he cambiado y me he cogido el pelo para que se me vean. También me he puesto pulseras.

Me paro en el espejo, hablándole a Lolé, y me quito las candongas. Abro la cajita de Women’s Secret con la foto de un brassier donde tengo todas mis güevonadas y saco las aretas de perlas que compré en ese almacén que no sé pronunciar y que alguna vez le presté a La. Me las pongo. Me hago una trenza a cada lado de la cabeza y me las recojo en una media cola. Me miro al espejo, y pienso en ti.

Pienso en lo tuya que soy y en lo lejos que estás.

Cuando dejas de contestar yo no sé como portarme y me dan ganas de llorar. Practico monólogos y me invento soluciones (la más realizable siempre es colapsar el Metro) para cuando hablemos pero cuando me contestas lo único que me sale es un ¿cómo estás?

Recuerda cuando fuimos a caminar y vimos la primera vez un belanube. No me olvido de tu abrazo y de la pelea tomate-granadilla.

Esta vez, practiqué el monólogo con Lolé mirándome al espejo, diciendo en voz alta que si cambian las circunstancias, cambian las condiciones.

 

Cuando quieras te llevo los guayacanes y las guacharacas, te los cambio por cuatro vasos de grosellas y tres besos.

 

 

M.

Deja un comentario