no fue suficiente

14 de abril de 2024

sostuve
quise
retuve
toqué
todo con mis manos

yo no quiero hablar más de las cosas que pasaron
aunque duelen
te quedaste en el pasado
porque las cartas que me barajaron
nunca me iban a permitir ganar

no tengo más aces
perdí
y me voy
no quiero más
no retengo más
no toco más
mis manos quietas

pensé que era más fuerte
contigo
en esta casa que construimos
o que construí yo sola
¿me decepcionaste o te idealicé?

te idealicé
y por eso soy la perdedora
es simple y claro
no me quejo

no se siente igual
en lo profundo
y sabes que te extraño y me extraños

pero un poker
es menos que una escalera

ganaste: llévatelo todo
yo siempre he sabido perderte

Ft. Mon Laferte

I

hoy pasé
por el que iba a ser nuestro balcón
y todo sigue igual

las matas y
el sol

nada cambiará

difícil olvidarnos
pasando por aquí

te quiero ver
aún sigo aquí
creo que aún más que ayer

la hiedra crece en tu piedra
no florezco en margaritas

me siento estéril
inequívocamente errada
y tan pequeña

ven
cuéntame la verdad:
ten piedad
y dime
¿por qué?
¿cómo fue?

yo podía seguir caminando
por el que iba a ser nuestro balcón


II

hace un mes
te escuché
siendo tu compañera
éramos lo último

fui todo,
tu amante y tu verdugo

ahora seguiré
de manera continua
para poder olvidar

te

quisiera irme lejos
para empezar de nuevo
me envuelvo en ti para poder desaparecer

ven
cuéntame lo que pasó
sé honesto
y dime
¿por qué?
¿cómo fue?

yo podía seguir caminando
por el que iba a ser nuestro balcón

ven
mírame a los ojos
¡ten piedad!
y dime
¿por qué?
¿cómo fue que tus hijos son de otra mujer?

yo podía seguir caminando por el que iba a ser nuestro balcón

Mi tierra materna

5 de abril de 2024

En inglés hay una palabra, homeland, que si la traduzco en mi cerebro me lleva a patria. Pero no es lo que quiero decir, o la metáfora que voy a usar entonces aguántame varios párrafos para explicarte por qué eres mi tierra materna, y por qué te estoy escribiendo esta carta.

Si busco en el computador se traduce como patria, o tierra natal, pero eso no tiene nada de poético. Patria no me sirve porque en español la patria está atada al país, no a la tierra ni a la cultura, me parece muy político, incluso no se relaciona con el lenguaje. Y nosotros creamos un lenguaje, así hayamos estado juntos durante poco tiempo y eso hace parte de esto que quiero decirte que eres y de donde me quiero ir y por qué no es fácil.

La tía Rosalba tenía un amigo que la visitaba cuando estábamos chiquitas, era un señor canoso, que se ponía camisetas de esas de propagandas con bluyines, y correa y la camiseta por dentro. Y botas. Vivía a las afueras de la ciudad en una casa de campo y tenía un carro como tipo Jeep, verde oliva. Le traía cosas hechas con las manos de él, era como carpintero. Le hizo la biblioteca de libros que ella tiene en su pieza, también a mí cuando estaba en quinto, para la clase de música teníamos que llevar un instrumento y él me hizo uno con un bamboo, todavía lo tengo. Me acuerdo que saqué 5.0.

Una vez los escuché cuando conversaban una tarde y él le dijo que venir al planeta tierra era una elección del alma, y que todos escogíamos la familia a la que veníamos y los papás y esas cosas porque en ese lugar íbamos a encontrar la sanación del alma, y ese lugar nos iba a permitir hacer las cosas que necesitábamos. Luego empezó a hablar de aliens y ahí me perdí pero recuerdo mucho eso de elegir y yo intenté hablar con mi alma a ver si había escogido a mi mamá y tú eras la persona que se me venía a la mente. Yo, escogiéndote siempre, desde que te miré a los ojos y tú, escogiéndome nunca mientras me cogías la mano todos los días.

Tierra natal tampoco me parece que sirve para la metáfora porque yo creo, por lo que he vivido y pensado en mi vida, que lo que uno escoge es la mamá. Y al mi mamá tener mi escogimiento desde antes, el óvulo con el que nací en sus entrañas desde que ella misma era un óvulo en las entrañas de mi abuela, tenía ella que escoger a mi papá para poder que esa familia fuera lo que mi alma necesitaba. Entonces se elige la madre, y la patria se convierte en la tierra donde uno nace, y uno nace en la mamá. Puede ser que en inglés la connotación de homeland esté cargada de cosas que no comprendo porque no es mi lengua nativa ni crecí hablando inglés; sin embargo en español yo lo traduzco como tierra materna y eso es lo que eres tú. Y por eso de ahí es tan doloroso irme.

El día que mi mamá nos sirvió los fríjoles en el patio que hicimos un picnic, ese día llegaste preguntando por los anturios. Yo soy Felipe doña Rosalba, el hijo de Beatriz, a ver si nos regala un piecito de los anturios amarillos si me hace el favor, dijiste. Y me miraste. Y yo tenía todavía comida en las manos, una tajada creo, entonces me limpié y como estábamos llenas de suciedad por arreglar las matas, Disculpe lo sucio de las uñas, como estamos sembrando las matas…, te dije, mientras te entregaba el piecito que teníamos esperando por si alguien iba, el último que quedaba porque claro, tuvimos que sembrarlos todos después del desastre de Juliana y la bacinilla y los anturios.

Ese día me nacieron las raices porque te vi las manos, con los dedos delgados y elegantes, y la piel mestiza igual que la mía, color lenteja como dice Juliana cuando me quiere hacer ofender, y el pelo negro azabache, tan negro que parecía tintura y los mismos ojos de doña Beatriz, del color de la coca cola. Y me sonreíste y me dijiste que si podías venir a tardear un día de estos para conversar y te volteaste y yo me quede ahí parada, quieta, echando raices en esa casa pero con tierra abonada dentro de ti.

Y la siguiente tarde yo estaba sentada leyendo en la silla de afuera la quedaba a los anturios acabaditos de sembrar y llegaste, Para conversar, dijiste y nos quedamos hablando de todo y de nada, de peces de colores pero también de los colores del cielo, de astronautas y de si se podía tener sexo en el espacio, de la gravedad y de las canciones de Shakira. Eran las cuatro de la mañana cuando empezó a aclarar el cielo y seguíamos ahí, sentados en el corredor con los vasos de jugo de tomate de árbol sucios, conversando. Cuando vi el cielo casi me da un yeyo, creo que grité y todo y tú te reíste y me dijiste Qué hora pensaste que era pues y yo No pues las 10 y te reíste más. Y salio la tía Rosalba a regar las matas y se escuchaba el tinto en la cocina, entonces nos ofreció y nos miró con la cara que miraba al señor que le hacía la visita. Y mi mamá salió y se murió de la risa que qué hacías madrugando a saludarme y nos hizo desayuno y tú y yo empezamos a mirarnos como nos miramos siempre, escondiendo cosas y sabiendo que nadie nos entendía.

Luego fuimos a la Fiesta del libro que era por el Jardín Botánico, eso fue por esos días. No sé si fue la primera salida, pero sí sentí que fue la primera vez que te vi interactuar con otras personas, ser ese hombre raro, elegante, lleno de formalismos pero también de enredos, profundo y superficial, de risa fácil. Me compraste un libro, que todavía guardo en mi biblioteca y en mi corazón. Y yo te compré un juego de cartas azul, con ilustraciones hermosas hechas a mano en cada carta, un tesoro, ¿te acuerdas? ¿Todavía las tienes?

Así fuimos entrelazando la vida que vivimos durante esos dos años, y yo creo que por mi edad, y las cosas que sentí y viví, y sobretodo por todas las cosas a las que renuncié, fue que el terreno estaba abonado para montar un país, una patria, una tierra materna, en ti y en mi, en eso que hicimos, mi homeland. Todo lo que vino después, mis hijos y mi matrimonio, toda la felicidad que compartí con personas que no fuiste tú y todas las veces que lloré con personas que no fuiste tú y todas las manos que me abrazaron que no fueron las tuyas y los labios que me besaron que no fueron los tuyos y todas las veces que canté y me escucharon personas que no fuiste tú… todo eso estuvo construido en los cimientos de esa tierra que abonamos juntos, porque yo no me enloquecí sola.

Cartas, libretas, mensajes de texto porque por esa época empezaron los celulares, y ese chat del computador que usábamos, me acuerdo que estaba en el estudio de mi papá y yo solo lo podía usar hasta las 11pm. Más libretas, y dibujos, y cartas. Luego te fuiste. Siempre te estuviste yendo y la edificación de mi vida estaba construida en un abismo.

La tía Rosalba me vio llorar un día y me abrazó. Pocas veces fue una mujer tierna, o compasiva, o de cariño físico. Yo seguí llorando y ella me dijo que sintiera, que llorara, pero que la vida seguía, y que era la obviedad más dolorosa del mundo. Y que me quedara tranquila, que a vivir así se aprendía, Porque esto que sientes nunca se va a ir, el dolor pesa, y siempre será igual. Apenas estoy comprendiendo a lo que se refería la tía Rosalba con que el dolor no se va, la angustia de haber podido hacer más, no perderte, no pelear, no dejarte ir, porque lo que viví después nunca fue suficiente, fue el paréntesis de la vida para yo ser feliz y luego que llegaras tu al final. Todo siempre fue insuficiente, y lo doloroso que eso es para las personas que fueron parte de esa vida me quiebra absolutamente todos los días.

Porque yo quisiera que esto no fuera así y si pudiera devolver el tiempo lo devuelvo, a no haberte conocido porque no hay manera de que lo que vivimos hubiera sido diferente. Y si viene el genio de la lámpara y me concede tres deseos los tres deseos me los gasto en no haberte conocido ese día que fuiste a pedir el piecito de los anturios, ni ninguna otra vez que hubiera sido posible por la cercanía de doña Beatriz con mi tía Rosalba, anulando cualquier posibilidad de que tú fueras el impacto de meteorito que fuiste, acabando con todo, extinguiendo lo que existía en esta tierra y cambiando por completo el rumbo de mi vida.

Tenía razón el amigo de mi tía cuando decía que lo único que hay que hacer en la vida de manera obligatoria es desayunar. Porque luego de ti dejé de desayunar, tan descompuesta que tenía la materia, y ahí se terminó de ir todo al carajo. Eso hasta que llegó Julio, que aunque fue el paréntesis en el que nada era suficiente, a ese mismo genio le pediría haberlo conocido antes, porque es el equivalente a volver a sembrar todo en una tierra donde hubo un incendio y no queda nada. Y solo escribo esto con la certeza de que él jamás lo va a leer porque ya se murió y que mis hijos me consideran una mujer exagerada y si alguna vez leen esto, la vejez de mi muerte me dará el beneficio de la duda y se van a sonreír pensando que son resabios de vieja.

naranjas

5 de abril de 2024

los días pasan lentos
la vida parece eterna

este paréntesis de tiempo
en el que el perro está en el sofá
y yo estoy leyendo
frío o calor: niño o niña

miro el árbol de afuera
que en 20 años será un edificio
las orquídeas que no han florecido
los cáctus en silencio

y quiero que la vida sea siempre así
tranquila
a la espera
abundante en silencio y ruido
en amor y soledad
en descanso e insomnio

en movimiento

número 8

4 de abril de 2024

recuerdo las veces que pensé en ti

sintiendo que no era correcto

que no sentía lo suficiente

que el miedo me advertía algo

ahora te sigo pensando

con miedo a saber si me equivoqué

si algún día podrías mirarme otra vez

verme

tomarme de las manos

y decirme que sí

i want ur midnights

3 de abril de 2024

escribir un final
¿para qué, sin el medio?

yo quiero las noches de silencio
de insomnio
de fiesta
de tristeza

las muertes
los nacimientos
los bautizos
los matrimonios

las cientos de cebollas que hay que picar en una vida
todas las aromáticas después del almuerzo
los tintos de las mañanas

los viajes en carretera a los paseos de navidad
todas las curvas para ir a urrao

no me interesa un final
quiero una vida

la muerte, qué.

Meandros

2 de abril de 2024

Cuando me senté a escribir esta historia quería contarte todo lo que había pasado en mi vida estos veinte años. Todo la ausencia, el paréntesis de mi vida en el espejismo de este amor. Pero se me enredan los recuerdos, se mezcla mi infancia con la adolescencia, con mi primer novio, contigo, con mi marido. Y mis hijos. Entonces sabrás perdonar tanta discordancia.

El día que pelamos, y terminamos, fue el día que nos fuimos para Fredonia a enterrar al abuelo ¿te acuerdas? Que fuiste, a regañadientes, por segunda vez al pueblo donde nació mi mamá. Recuerdo mucho el evento del cementerio porque por primera vez entendí que la vida es bizarra, que nada tiene sentido y que me iba a perder, toda la vida, en tu mirada.

El abuelo cada que podía decía que se iba a morir, seguido de que teníamos que ir a cremarlo a la ciudad y volver a traerlo al pueblo, en cenizas, y enterrarlo al lado de la abuela. A la abuela no la conocí, él siempre le guardó una lealtad muy rara, porque le fue infiel toda la vida pero ahí seguían ambos hasta que ella se murió. Y bueno, tocó cremarlo y volverlo a llevar y los entierros de pueblo son todo menos corticos. La misa en la iglesia y luego tuvimos que caminar en una procesión detrás de él hasta el cementerio para meterlo al osario.

A ese cementerio una vez se lo llevó una borrasca del río porque está en un meandro, ¿sabes qué es? Son las curvas que dan los ríos; en las ciudades no se ve porque los ríos están canalizados. Pero esa es otra historia, porque ese día sí había cementerios, muertos y osario. El hueco en el que iba el abuelo estaba ya lleno y tocó sacar bolsitas de muertos y resulta que la mamá de él, que también estaba ahí metida pero en los huesos porque al parecer la cremación es algo nuevo, estaba en el borde y salieron los huesos disparados del osario a la calle. Y ese cementerio es una loma, no me acuerdo quién tuvo que meter el pie para que la cabeza no rodara cementerio abajo.

Yo me reí, mientras lloraba porque estábamos rezando porque el abuelo se había muerto, entonces también estaba triste, y lo bizarro de la vida me hizo comprender tantísimas cosas, como la certeza de que nosotros nos íbamos a amar toda la vida desde lejos. Y entonces tocó coger la cabeza, en huesos claramente porque esa señora llevaba muerta casi dos décadas, y volverla a acomodar en el osario, meter al abuelo y volver a cerrar el osario.

¿Qué sentido tiene todo? Y la pelea fue por cualquier estupidez, de eso sí no me acuerdo, han pasado como 40 años, ¿o más? No voy a hacer la cuenta. De lo que si me acuerdo es de que me cogiste la mano y caminamos la loma de bajada viendo la montaña y te dije, ¿no te parece muy raro que las calles en este pueblo acaben en montaña? y me miraste y sonreíste y me tomaste una foto de esas que tomas tú mirando y haciendo un círculo en el ojo con el dedo gordo y el pulgar y bajando el dedo de la mitad y haciendo click con la boca. Una foto mental para que no se me olvide este momento, dijiste. Yo tengo todas esas fotos guardadas en un cajón de mi mente. Te cogí la mano y ese día nos tocó dormir en la hamaca afuera en el corredor porque había mucha gente en la casa.

A veces siento que mi vida es como un río que canalizaron y se quedó sin meandros. Que lo que viví contigo me castró para siempre. Volver a la casa después de ese entierro fue muy duro, mi mamá lloraba todos los días y por esa época ya iba a nacer el bebé de Juliana y tú. Tú, siempre lejos pero nunca ido del todo. Y yo tuve que recoger todos los pedazos de esa vida que soñaste junto a mí y rehacerlos sola y luego llegó el único hombre en la vida que sí ha querido todo conmigo, mi marido, y lo mire a los ojos y lo cogí de la mano y salté al vacío; ha sido la única vez que he sentido que la curva del río de mi vida es natural, un meandro.

El bebé de Juliana nos cambió la vida para siempre. Yo nunca pensé que fuera posible amar tanto como amé ese enredo de cobijas, rojo, lleno de pegote y pelos enredados, gritando y morado que me entregaron en el hospital. Eso, hasta que tuve hijos. Se me abrió por dentro una herida que no se cerró nunca y que con todos los hijos y sobrinos que criamos solamente se hizo más profunda. Es una herida dorada, donde irradia dolor y felicidad en misma medida.

Estábamos jugando parqués, yo estaba ganando y Juliana se partió a la mitad del dolor y mi tía Rosalba gritó, Ya viene el bebé y todos corrimos a nuestras posiciones: mi papá a prender el carro, mi mamá a hacer el tinto, mi tía Rosalba cogió a Juliana y la fue llevando lentamente y yo fui por el morral que habíamos empacado con ropa para la mamá del bebe, el bebé y yo empaqué ropa para mí porque tenía el presentimiento de que eso iba para largo. Yo no sabía qué era un parto, pero las visiones y las corrientes empezaron por esa época y bueno, me dejé llevar.

Bien que hice porque el parto duró 48 horas, resulta que el bebé tenía la cabeza demasiado grande. Primero, las contracciones se demoraron demasiado, eran como las once de la noche y seguíamos esperando que fueran más cercanas, entonces a Juliana le pusieron un medicamento que para inducir el parto. Y yo esperando, leyendo, sentada, yendo por tinto.. pasó tanto tiempo que mi papá fue a la casa, durmió y volvió con otro termo de tinto y todo seguía igual. Cuando por fin empezó el parto a Juliana le amarraron las manos y la pusieron con las piernas abiertas; yo lo vi todo, me tocó entrar a mí porque ella quería que fuera yo la que estuviera acompañándola. Intentaron el parto mucho rato más, horas, y nada, resulta que el bebé tenía la cabeza más grande de lo normal y no cabía. Tocó hacer una cesárea.

Juliana después se reía y decía que si hubiera sabido se habría hecho cortar desde que entró por el hospital y dijo que si volvía a tener un hijo iba a obligarme a que mandara a hacer la cesárea desde el minuto 0. Al final el bebé nació tranquilo, feliz, morado, gritón y me lo entregaron a mí porque era la única de la familia en la pieza y yo no supe que hacer con ese pegote entonces se lo puse a Juliana al lado de la cabeza. Sigo sin entender cómo dejaron que una niña entrara de acompañante de otra niña a un parto. Eran otros tiempos.

Gabriel le pusimos al bebé. Digo pusimos porque Juliana lo tuvo sin nombre como 6 meses hasta que todos nos cansamos y pusimos una lista de nombres en la nevera y las personas que iban a la casa fueron votando y así quedó el nombre. Esa historia no te la sabías, ¿o sí? Ahí fue que hicimos un pacto todas las primas para no repetir nombres de los hijos, qué locura uno a los 15 años pensando en que la prima le va a robar el nombre soñado del hijo, tan obligadas que hemos estado siempre a ser mamás, una locura.

Luego de tu abandono, tu amor, tu rechazo, tu certeza yo me volqué en Gabriel y lo criamos entre las tías mi mamá Juliana y yo. Y ahí fue que conocí a Julio, mi marido, que era estudiante del pediatra de Gabriel, que era amigo de mi papá del billar de toda la vida. Una vez en una cita él estaba, y me miró, y cuando salimos el doctor le estaba diciendo algo a Juliana y mi mamá y el muchacho se me acercó y me dijo que muy lindo mi vestido, Gracias, La puedo invitar a cine un día de estos, Sí claro, y nos fuimos. Yo no pensé que fuera a pasar nada pero el sábado llegó a las tres de la tarde preguntando por mí con nombre y apellido. Yo salí con un piecito de anturio pensando que era algún desprevenido preguntando por las flores y él Vine a recogerla y yo me quedé muda.

Me esperó un rato y salimos. Vimos una película de un terremoto, no me acuerdo del nombre y luego fuimos a comer a un restaurante nuevo donde venden unas sopas llenas de cosas, como un sancocho pero de otra parte, se me olvidó el nombre. Y siempre hablamos, hablamos y hablamos más y todo con Julio ha sido conversar y conversar y ese día no pasó nada y yo llegué a mi casa con él, a pie, y seguimos todavía conversando en la banca de los anturios de afuera y nos dieron las cuatro de la mañana. Yo no pensaba en ti, lo tuyo fue una cosa que pasó en mi vida, demoledora, como un meteorito, pero habían pasado mucho tiempo y muchas cosas y yo ya había seguido. Lo que no supe hasta hoy era que esa herida estaba abierta, o no abierta, congelada en el tiempo y sobre ella había edificado los meandros de mi vida; tu ausencia canalizó el río que sería mi vida y Julio vino a sacarme de mi cause.

muero mueres muere morimos

2 de abril de 2024

Ft. Kanny García & Alejandro Sanz

no te acerques tanto
las manos no me responden

me estoy muriendo
me estás matando
córrete para atras

¿te quieres quedar?
¿te acuerdas?

estoy viva solo porque
quiero apagar esta hoguera
quiero calmar este huracán
quiero drenar esta inundación
quiero desalojar este derrumbe

¿nos queda solo un final?
está guardada tu silla para leer
por si vuelves luego

no te me vayas
cuando acabe el vino
¿te quieres quedar?

córrete para atrás
mírame

nos ganó el silencio

al miedo le cuento
que duele
que muero
que mueres
que morimos
de tanto callar

¿te quieres quedar?

Las vacaciones cambiaron. Si me pongo a pensar, mi infancia es de muchos colores y esa época es divina, preciosa, como un poema tranquilo, como la ternura con la que me peinabas en los paseos. Como los días que me siento una niña cuidada y querida y no una adulta que tiene muchas vidas a su cargo. Esos colores son dos: verde y azul.

Verdes eran las vacaciones en la montaña, el río, el frío, el páramo, la finca del abuelo, los árboles. Tanta abundancia de agua. Me acuerdo que una vez mi papá no fue capaz de arreglar la ducha eléctrica y la arrancó del baño y quedó el tubo pelado que saca un chorro de agua que pareciera directa desde el páramo de lo fría, dice mi mamá que lava hasta los pecados. Íbamos al río mientras hacían el almuerzo y mi mamá nos empacaba bocadillos. A veces íbamos a las cascadas que quedan después del pueblo y mi mamá le encargaba fiambres al señor de la piscina. El verde siempre ha estado ahí y hace parte de los recuerdos de cuando yo era chiquita. Tú también haces parte de esa infancia aunque haya sido de maneras dolorosas; también estás pintado de verde.

Azules eran las vacaciones en el mar, la sal, el río café verdolado, el cielo con pocas nubes, los pájaros volando en el atardecer, las palmeras rodeando la casa y los cocos verdes que no son como los de las películas. Allá todo es seco, el agua toca recogerla y subirla a los baños es un problema, y el verde está pero es diferente. Las tardes tiradas en el almendro mirando atardecer conversando sobre gente que no conocemos nosotras y contando cuantos pájaros van en la fila y esperando que pase el tiempo. En esas tardes aprendí a ser feliz, a estar siendo, a mirar y dejar que mi cabeza se fuera lejos, a leer también. Juliana se quejaba del calor e iba y metía la cabeza en agua fría y todos nos reíamos. Yo también sentía mucho calor pero simplemente respiraba, y lo sentía. Tú no haces parte del azul de mi infancia que fue más mi adolescencia porque siempre has estado sin estar.

Volver a la casa siempre era doloroso porque yo siempre quería vivir en ese paréntesis de las vacaciones. Antes de empezar el colegio o en la mitad o en un puente o en las vacaciones de semana santa. Era un respiro para mí y la vida que vivíamos en la casa y la que más sufría era mi tía Rosalba, por las matas, tanto que a veces cuando eran muchos días ella no iba. Aunque una vez ese señor que iba la visitaba cuando estábamos chiquitas le ofreció ponerle unos riegos para que las matas se regaran solas pero la tía dijo que eso era brujería y que a las matas además hay que hablarles. Yo nunca he sido capaz de conversarles porque eso es un monólogo y a mí me da miedo hablar sola entonces cuando tuve mis primeras matas yo, cuando me fui de la casa que me casé, lo que hacía era leerles en voz alta. No sé si sea lo mismo pero intuyo que sí, además los anturios me siguen floreciendo tan lindos como los de la tía Rosalba y sí me pegan las begonias.

Te acuerdas cuando secuestraron a mi abuelo? Ese día tú sí hacías parte de mi vida y te miré a los ojos y supe que eras el hombre que quería que estuviera a mi lado cuando recibiera malas noticias. Las buenas también, pero sobretodo las malas. Estábamos en esa casa, donde una tía, llena de gente porque son esas casas de barrio del centro, como donde vivo yo, pero con más vecinos. Recuerdo tu cara, tu mirada, tu dolor que era mío pero estabas sosteniendo. A veces quisiera que hubiéramos tenido la vida de la mitad, y no solamente este final triste en el que tengo que desatrasarte de mi vida, mezclando cosas que sabes y cosas que no.

También me acuerdo cuando tu papá se enloqueció, y me pregunto si me mirabas con los mismos ojos; si sería yo la mujer que quisieras tener al lado cuando lleguen esas llamadas. Recuerdo sobretodo la mañana siguiente: los colores de tu habitación, los reflejos del sol en la cortina café, el tendido de tu cama, el closet. Recuerdo que salí por isodine y alcohol para limpiarte las heridas y te puse una papa partida a la mitad en los morados, porque tu mamá dijo que eso servía. Yo también te he cuidado, te he querido; también te perdí, no fuiste tú solo el que lloró.

Ese día me llamó Juliana por el celular para contarme que se había caído y le tocaba estar sentada el resto del embarazo, como dos meses. Fuimos juntos por la casa a la tarde, ¿te acuerdas? Yo sí. La tía Rosalba tenía unas matas nuevas, había traído unos cáctus del centro que le regaló una amiga, era gigante, parecía una mata normal y no los cactus dinosaurios chiquitos del estudio. Ese día fue que se dio cuenta de que si sembraba los cactus en materas grandes, crecían como matas y gigantes y ahí fue que empezamos con la enguandia del jardín de cactus. Todo eso terminó en la exposición del Jardín Botánico porque claro, la tía tiene la mejor mano para matas y esos cactus terminaron en boca de todo el mundo.

Para ese día tú ya no estabas.

primavera

1 de abril de 2024

te pedí flores
y me trajiste invierno

te pedi brisa fresca
y me trajiste verano

te pedí calor al fuego
y me congelaste

nunca fuiste primavera